Aclarado el nombre, debo decir que el primer ejercicio que hicimos fue emotivo (por lo menos para mi)... intentar recordar desde cuando escucho cierto tipo de música, donde la escuche por primera vez y quien me recomendó ese artista o género es en la mayoría de los casos muy difícil, pues bueno por eso elegí contar la historia, de forma un poco poética, de la llegada de la música colombiana a mi vida. Debo admitir que fue un ejercicio difícil, pues en ese escrito el protagonista es mi abuelo, un hombre reservado, muy callado y prudente, tal vez no tan amoroso como me hubiera gustado que fuera, pero era todo un señor...
sin mas preámbulo les presento mi viaje a la tierra del olvido...
“La cultura es una sopa”, dijo un
día el Maestro Edwin Rey en Clase de Músicas Populares; mi hermana como buena
estudiante de música se burló hasta que no pudo más y años después ella misma
me diría: Ana, “la Cultura es una Sopa”, que se cocina con el fuego del tiempo
y cuyos ingredientes son las tradiciones. A todos nos toca un poquito de esa
sopa, muchos le quitamos algo de esto y le ponemos algo de aquello, pero la
sustancia, ese sabor a leña se queda en la sopa de todos. Así, lo que era de
mis abuelos pasó a mis papas, de mis papas a mi hermana, de mi hermana a mí y
de mi derecho a mi hermano y seguramente a mis hijos; todos tenemos recetas
diferentes pero a la larga sabemos a lo mismo.
Mi abuelo era profesor de la
Agrícola de Colombia, enseño a muchísimas generaciones como sembrar tomates en
el Chocó, la Guajira, los Santanderes, Boyacá, el Eje Cafetero, Cundinamarca y
los Llanos; él y su familia se conocieron Colombia de “pe” a “pa”, de “re” a
“ra” y aun así se autodenominan Boyacenses pero que va, que le pongan Currulao
a mi tía y hasta la más alta ejecutiva de Unilever Andina se ¡despeluca!,
nosotros nos conocemos Colombia del “pio” al “pao”; estamos untados de Colombia en todos sus
sabores y la sopa nos pesa.

Tal vez la razón de mi gusto por
la Música Colombiana este más allá de haber nacido en Colombia, lo que de hecho
nos da el mismo origen; Mi gusto por la cocina de leña, viene de ese ser de
pueblo, de ese despertarse a las cinco
am con “la cucharita se me perdió” a todo volumen en el radio despertador de
mis papás, de ese Colegio que de pequeñita me enseño a bailar “golpes, palmas tralala”
y de esa sopa que sigue puesta en el fogón de mi casa y se cocina a fuego
lento, esa sopa que sabe a mi tierra, huele a mi familia y se sirve acompañada
de papa, yuca y arroz, todos los días en la mesa de mi casa, en “la Tierra del
Olvido” que irónicamente no sabe olvidar y por eso cada año sabe mas bueno.
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